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Un blog sobre sonido
Reflexiones
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“Qawwali”, hablar con Dios.

Qawwali es una forma de canto devocional islámico propia del misticismo sufí, originario del subcontinente asiático, muy popular en Pakistán, algunas zonas de la India, y Bangladesh. Su raíz proviene de “Qawl”, literalmente “Declaración (del profeta)” en castellano, “Qawwal” es quien canta el Qawl y “Qawwali” es el contenido, la sustacia misma del canto. Se cree que fue desarrollada alrededor del siglo XII/XIII de nuestra era. Mitológicamente, fue creada por Amir Khusrow, poeta y místico sufí de origen persa, que utilizó técnicas árabes, turcas, indias y persas para su fundación, y sus ecos pueden escucharse claramente en el flamenco incluso hoy día.

Originalmente, su práctica tenía lugar cerca de los santuarios sufíes (o “dargahs”), y estaba enmarcada en unos preceptos y reglas muy estrictas; Quedaba prohibido para niños y mujeres, siendo únicamente posible su ejecución por hombres adultos. Se recordaba al oyente que todo lo que iba a ser escuchado era en honor y recordatorio de Alá. El texto debía quedar libre de obscenidades e indecencia y debía estar lleno de contenido y libre de florituras sin significancia. Los instrumentos musicales quedaban vetados en la reunión de ejectutantes y público. Bajo estas circunstancias, el acto de escucha (o “Sima”), estaba permitido. Y no está exento de polémica, hoy día todavía quedan algunos flecos alrededor de cuándo y cómo está permitido para los fieles escuchar música, pero en aquél día, podía ser un verdadero conflicto, dentro de las múltiples (casi infinitas) formas de entender su fe, hay corrientes que consideran que solamente la música vocal debe estar permitida y que los instrumentos quedan fuera de la vida piadosa, otras que únicamente solicitan abstinencia y contención durante el Ramadán, y otras que prohiben la experiencia musical por completo.

La naturaleza del Qawwali es por tanto profundamente espiritual, se entiende como un vehículo facilitador de un estado místico, un éxtasis y comunión con lo divino. También se puede entender que es cantado como ofrenda a Alá y a los santos. El repertorio proviene de diferentes linajes y constituye una tradición oral que se transmite de generación en generación, y las interpretaciones son excepcionalmente emotivas y vibrantes.

La composición típica de un grupo de Qawwali está formada por un cantante principal, uno o dos harmonios, un par de cantantes de apoyo, y algunos percusionistas, generalmente de 6 a 9 integrantes. La ejecución del Qawali se lleva a cabo sentados en el suelo, sobre una alfombra normalmente. Los pasajes musicales pueden ser, fácilmente, superiores a los 30 minutos, y todo el evento suele cumplir con una estructura fija:

1) Una parte instrumental a modo de preludio.

2) Una segunda sección a modo de apertura, donde se improvisa en la gama tonal que se usa en el raga – “Raga” es un contexto melódico preestablecido donde los ejecutantes pueden improvisar, sería como un “modo tonal” en términos musicales occidentales, habiendo más de cuatrocientos en la música india, y para cuya complejidad y riqueza histórica y cultural no estoy preparado.

3) Una tercera sección vocal donde se ofrecen versos no propiamente pertenecientes al tema principal del Qawal por parte del líder del Qawwali y replicado por los cantantes de apoyo y el harmonio.

4) Una cuarta sección donde entra la base rítmica del tema. Típicamente formada por la tabla india, el dholak y las palmas. El cuerpo central del texto nunca es improvisado, es lo que se consideraría en Occidente un “standar”, y dichos estándares son interpretados por muchos otros grupos de Qawwali, especialmente si pertenecen al mismo linaje. No obstante, en cualquier momento el cantante principal y líder del Qwwali puede introducir una sección del tipo 2 que hemos descrito anteriormente, para, manteniendo la estructura tonal del cuerpo musical del Qawal, atacar periodos de improvisación. Generalmente el tempo, la intensidad y el ataque de la ejecución vocal sube en estas secciones, llegando a realizar verdaderas acrobacias espectaculares con distintas técnicas tradicionales. El Qawal suele terminar de forma súbita sin ningún epílogo musical.

El canto de Qawwali es verdaderamente agotador. Forzados en una posición donde es imposible abrir el diafragma, los cantantes interpretan, improvisan y dirigen a pleno pulmón durante largos periodos de tiempo.

Ahora bien, es imposible hablar de Qawwali sin mencionar a Ustad Nusrat Fateh Ali Khan.

Ustad Nusrat Fateh Ali Khan, o “Shahenshah-e-Qawwali“, nace en Faisalabad en 1948. Hijo de Fateh Ali Khan, cantante, instrumentista y musicólogo pakistaní, que originalmente se opuso a la práctica del canto de Qawal en favor de profesiones con “más futuro” como la medicina o la ingeniería. No sabemos cómo de férrea fue la oposición que Fateh Ali Khan mostró a la hora de permitir que su hijo se dedicara a la música, pero de cualquier manera, Nusrat comenzó a practicar la tabla india antes de comenzar a cantar, aptitud para la que desde muy pronto empezó a mostrar muy buenas capacidades. No se dedicó en cuerpo y alma a Qawal hasta 1964, cuando cantó a los 15 años en el funeral de su padre, dos años más tarde actuó por primera vez en público, con la banda de sus tíos, formación en la que continuó hasta que uno de ellos, Ustad Mubarik, falleció en 1971.

Nusrat estudió con detalle las grabaciones de su familia (cabe anotar que el canto fue transmitido de padres a hijos en su familia desde 600 años atraś) y fue adquiriendo fama y prestigio como Qawal en todo Pakistán, madurando su estilo alrededor de las características musicales de su extensísimo linaje.

Pocas veces es posible establecer el momento exacto en que algo es descubierto en el mundo de la música. En el caso de Nusrat, su historia tiene un marcador claro: El 20 de Julio de 1985, cuando es invitado a actuar en el festival WOMAD (Mersea Island en Essex, Inglaterra), por primera vez ante una audiencia occidental. El shock cultural que cabría esperar era inmenso, el público y los artistas ni siqueira hablaban el mismo idioma.

Durante unos minutos, y tras sentarse los intérpretes con las piernas cruzadas en una esterilla, reina el silencio. Los promotores del evento hacen una pequeña presentación, y comienza el vendaval de casi dos horas y media que se llevaría por delante cualquier expectativa de los asistentes. En las grabaciones se puede sentir esa electricidad que carga el aire en las grandes interpretaciones (las grandes interpretaciones bien de la historia común que todos compartimos, o de nuestra historia personal e instransferible). Todo el mundo tiene la boca abierta hasta el suelo.

Quizá poseído por el extraño romanticismo que vive dentro de mí se me ocurre que entre los infinitos motivos por los que convertirse en un/a profesional del sonido, también cabe éste: Vivir experiencias próximas a la magia.

Originalmente, su práctica tenía lugar cerca de los santuarios sufíes (o “dargahs”), y estaba enmarcada en unos preceptos y reglas muy estrictas; Quedaba prohibido para niños y mujeres, siendo únicamente posible su ejecución por hombres adultos. Se recordaba al oyente que todo lo que iba a ser escuchado era en honor y recordatorio de Alá. El texto debía quedar libre de obscenidades e indecencia y debía estar lleno de contenido y libre de florituras sin significancia. Los instrumentos musicales quedaban vetados en la reunión de ejectutantes y público. Bajo estas circunstancias, el acto de escucha (o “Sima”), estaba permitido. Y no está exento de polémica, hoy día todavía quedan algunos flecos alrededor de cuándo y cómo está permitido para los fieles escuchar música, pero en aquél día, podía ser un verdadero conflicto, dentro de las múltiples (casi infinitas) formas de entender su fe, hay corrientes que consideran que solamente la música vocal debe estar permitida y que los instrumentos quedan fuera de la vida piadosa, otras que únicamente solicitan abstinencia y contención durante el Ramadán, y otras que prohiben la experiencia musical por completo.

Esta actuación es Qawal anclado en las raíces, sin influencias de Occidente.

Tras el rotundo éxito en Womad, Nusrat Fateh Ali Khan nace como figura global para hacer impacto en un público completamente ajeno a su contexto cultural, más allá del subcontinente asiático, abriendo la conciencia musical más allá de su propio ejemplo, e instigando la curiosidad hacia producciones musicales fuera de nuestra órbita y fuera de lo que nuestros canales típicos de distribución nos ofrecen (con técnicas más o menos honestas).

Es especialmente conmovedor que nos pudiera ofrecer una comprensión artística enraizada en la experiencia espiritual….¡A nosotros!, que como sociedad hemos abandonado en bloque nuestra propia lectura mística de la música (dónde se encuentra Bach?) y nos encontramos absolutamente a merced de los dictados del consumismo y del valor de mercado de la producción musical. En este aspecto Nusrat Fateh Ali Khan es radical y diametralmente opuesto a lo que cabe esperar de un autor.

Pero la cuestión no iba a quedarse ahí, como un exótico souvenir traído de Oriente que acumula polvo sobre la repisa de un puñado de aficionados a la antropología musical; Es cuando la verdadera grandeza de Nusrat explosiona, y animado por la evolución de su propio arte, publica a través de Real World (Peter Gabriel mediante) en 1990 el imprescindible disco “Mustt Mustt”, una importantísima primera referencia con músicos occidentales, y que bien podría ponerse al lado de “La Leyenda del Tiempo”, “Kind of Blue” o “Bringing it back home” en cuanto al crecimiento musical de un artista que integra aquéllo de lo que se rodea, provenga de donde provenga, para alimentar y enriquecer su propia comunicación como músico. El entendimiento con Real World y la audiencia internacional da sus frutos pronto y continúan trabajando juntos publicando varias referencias: “Shahbaaz” en 1991, “Devotional Songs” y “Love Songs” en 1992, “The Last Prophet” en 1994, contribuye a la banda sonora de “Dead Man Walking” y publica “Night Song” en 1996, de nuevo junto al compositor y productor Michael Brook.

Pero al igual que debuta con la muerte de su padre y une su propia formación tras la muerte de su tío, en lo más alto de su carrera, el 16 de Agosto de 1997, Nusrat Fateh Ali Khan fallece de un fallo cardíaco en Inglaterra a los 48 años, donde había ido para tratar sus problemas de salud. Su funeral se convirtió en un inmenso envento público. Su legado continúa a través del trabajo de sus sobrinos Rahat Fateh Ali Khan y Rizwan-Muazzam.

La composición típica de un grupo de Qawwali está formada por un cantante principal, uno o dos harmonios, un par de cantantes de apoyo, y algunos percusionistas, generalmente de 6 a 9 integrantes. La ejecución del Qawali se lleva a cabo sentados en el suelo, sobre una alfombra normalmente. Los pasajes musicales pueden ser, fácilmente, superiores a los 30 minutos, y todo el evento suele cumplir con una estructura fija:

1) Una parte instrumental a modo de preludio.

2) Una segunda sección a modo de apertura, donde se improvisa en la gama tonal que se usa en el raga – “Raga” es un contexto melódico preestablecido donde los ejecutantes pueden improvisar, sería como un “modo tonal” en términos musicales occidentales, habiendo más de cuatrocientos en la música india, y para cuya complejidad y riqueza histórica y cultural no estoy preparado.

3) Una tercera sección vocal donde se ofrecen versos no propiamente pertenecientes al tema principal del Qawal por parte del líder del Qawwali y replicado por los cantantes de apoyo y el harmonio.

4) Una cuarta sección donde entra la base rítmica del tema. Típicamente formada por la tabla india, el dholak y las palmas. El cuerpo central del texto nunca es improvisado, es lo que se consideraría en Occidente un “standar”, y dichos estándares son interpretados por muchos otros grupos de Qawwali, especialmente si pertenecen al mismo linaje. No obstante, en cualquier momento el cantante principal y líder del Qwwali puede introducir una sección del tipo 2 que hemos descrito anteriormente, para, manteniendo la estructura tonal del cuerpo musical del Qawal, atacar periodos de improvisación. Generalmente el tempo, la intensidad y el ataque de la ejecución vocal sube en estas secciones, llegando a realizar verdaderas acrobacias espectaculares con distintas técnicas tradicionales. El Qawal suele terminar de forma súbita sin ningún epílogo musical.

El canto de Qawwali es verdaderamente agotador. Forzados en una posición donde es imposible abrir el diafragma, los cantantes interpretan, improvisan y dirigen a pleno pulmón durante largos periodos de tiempo.

Ahora bien, es imposible hablar de Qawwali sin mencionar a Ustad Nusrat Fateh Ali Khan.

Ustad Nusrat Fateh Ali Khan, o “Shahenshah-e-Qawwali“, nace en Faisalabad en 1948. Hijo de Fateh Ali Khan, cantante, instrumentista y musicólogo pakistaní, que originalmente se opuso a la práctica del canto de Qawal en favor de profesiones con “más futuro” como la medicina o la ingeniería. No sabemos cómo de férrea fue la oposición que Fateh Ali Khan mostró a la hora de permitir que su hijo se dedicara a la música, pero de cualquier manera, Nusrat comenzó a practicar la tabla india antes de comenzar a cantar, aptitud para la que desde muy pronto empezó a mostrar muy buenas capacidades. No se dedicó en cuerpo y alma a Qawal hasta 1964, cuando cantó a los 15 años en el funeral de su padre, dos años más tarde actuó por primera vez en público, con la banda de sus tíos, formación en la que continuó hasta que uno de ellos, Ustad Mubarik, falleció en 1971.

Nusrat estudió con detalle las grabaciones de su familia (cabe anotar que el canto fue transmitido de padres a hijos en su familia desde 600 años atraś) y fue adquiriendo fama y prestigio como Qawal en todo Pakistán, madurando su estilo alrededor de las características musicales de su extensísimo linaje.

Pocas veces es posible establecer el momento exacto en que algo es descubierto en el mundo de la música. En el caso de Nusrat, su historia tiene un marcador claro: El 20 de Julio de 1985, cuando es invitado a actuar en el festival WOMAD (Mersea Island en Essex, Inglaterra), por primera vez ante una audiencia occidental. El shock cultural que cabría esperar era inmenso, el público y los artistas ni siqueira hablaban el mismo idioma.

Durante unos minutos, y tras sentarse los intérpretes con las piernas cruzadas en una esterilla, reina el silencio. Los promotores del evento hacen una pequeña presentación, y comienza el vendaval de casi dos horas y media que se llevaría por delante cualquier expectativa de los asistentes. En las grabaciones se puede sentir esa electricidad que carga el aire en las grandes interpretaciones (las grandes interpretaciones bien de la historia común que todos compartimos, o de nuestra historia personal e instransferible). Todo el mundo tiene la boca abierta hasta el suelo.

Quizá poseído por el extraño romanticismo que vive dentro de mí se me ocurre que entre los infinitos motivos por los que convertirse en un/a profesional del sonido, también cabe éste: Vivir experiencias próximas a la magia.

Originalmente, su práctica tenía lugar cerca de los santuarios sufíes (o “dargahs”), y estaba enmarcada en unos preceptos y reglas muy estrictas; Quedaba prohibido para niños y mujeres, siendo únicamente posible su ejecución por hombres adultos. Se recordaba al oyente que todo lo que iba a ser escuchado era en honor y recordatorio de Alá. El texto debía quedar libre de obscenidades e indecencia y debía estar lleno de contenido y libre de florituras sin significancia. Los instrumentos musicales quedaban vetados en la reunión de ejectutantes y público. Bajo estas circunstancias, el acto de escucha (o “Sima”), estaba permitido. Y no está exento de polémica, hoy día todavía quedan algunos flecos alrededor de cuándo y cómo está permitido para los fieles escuchar música, pero en aquél día, podía ser un verdadero conflicto, dentro de las múltiples (casi infinitas) formas de entender su fe, hay corrientes que consideran que solamente la música vocal debe estar permitida y que los instrumentos quedan fuera de la vida piadosa, otras que únicamente solicitan abstinencia y contención durante el Ramadán, y otras que prohiben la experiencia musical por completo.

Todo este trabajo le trajo mucha atención, recibiendo halagos de multitud de artistas occidentales, remezclas de Massive Attack y Asian Dub Foundation, más colaboraciones en bandas sonoras para películas de Hollywood (Bollywood había ya integrado hace tiempo al artista, a menudo plagiando descaradamente sus composiciones, situación que Nusrat siempre recibió con gentileza), reconocimientos oficiales por parte del estado paquistaní, premios por parte de la UNESCO, nominaciones a los premios Grammy, etc.

Insisto: En mi opinión Nusrat Fateh Ali Khan debe entenderse como una presencia renovadora de su contexto cultural tan fuerte, tan excitante, tan vibrante y tan importante como fue la de Camarón de la Isla en el flamenco, Miles Davis en el jazz, o Igor Stravinsky en la música occidental. Está entre ese grupo de curiosos renovadores que nunca se entregaron a la soberbia de contentarse con lo que estaba haciendo.

Por eso está en mi Olimpo personal de genios irrepetibles a los que tantísimo admiro.

A.

 

  • Fuentes: Ammar Kalia para The Guardian // Britannica // Real World Records // Government of India // Pratha // Oriental Star Agencies // Desiblitz // Wikipedia

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